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- Escrito por NORMA PEREZ M.
- Categoría: Eventos y Noticias Externas
- Publicado: 17 Abril 2023
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“El color es la varita mágica con la que un simple dibujo se transforma en una explosión de elementos cromáticos que encajan armoniosamente entre sí”
El 9 de mayo de 1987, Aníbal Antonio Martino Córdoba se graduó en la Universidad Nacional Experimental del Táchira como Zootecnista. Catorce años después su título cambió al de ingeniero en Producción Animal. Apureño de nacimiento y afectos, regresó a su tierra con la intención vincularse al sector agropecuario.
Hoy, los hechos construyen una historia muy diferente. Aníbal Martino tiene una trayectoria de 24 años en el mundo de las artes plásticas. En su haber, más de sesenta exposiciones colectivas y siete individuales. Galardonado con siete premios de arte, sus obras se exhiben no solo en Venezuela, también en otras latitudes, donde destacan Colombia, Costa Rica, Estados Unidos y Francia.
En 2015 fue invitado a formar parte de la Academia Mundial del Arte, con sede en París, otorgándole el grado de Caballero Académico. Dos años más tarde, lo designan embajador de esta prestigiosa organización para Venezuela con el fin de promocionar el trabajo de artistas de nuestro país.
“Para mí, la pintura es mi vida. Desde que incursioné en este mundo tan interesante, placentero y vivificante, mi existencia tomó otro rumbo, uno que jamás pude imaginar. El arte siempre estuvo ahí, latente, esperando que tocara su puerta para salir estrepitosamente a moldear mi existencia para siempre”.
Un artista autodidacta, pero con un profundo interés en indagar y profundizar en conocimientos que le permitieron avanzar y consolidarse.
Destino y vocación
El árbol genealógico de Aníbal Martino incluye a un tío abuelo de su padre, el afamado pintor impresionista Emilio Boggio, reconocido por su trabajo pictórico en la segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX. Poco conocido en Venezuela debido a que hizo su carrera en Francia.
Tal vez de allí le viene el talento que percibía desde niño, pero que reconoció y abrazó con éxito muchos años después.
“Desde pequeño sentí inclinación por el arte, sobre todo por el trabajo con lápices de colores, actividad que mantuve durante la primaria. En bachillerato lo hacía con menos frecuencia y en mi carrera universitaria fue casi nulo, a excepción de algunos trabajos que realizaba para las asignaturas”.
Transcurrió más de una década desde su graduación en la universidad cuando comenzó a pintar con mayor regularidad. Se había establecido definitivamente en San Fernando de Apure, donde se dedicaba a comercializar bolsas plásticas.
“En mis ratos libres empecé a pintar a manera de distracción. Me inspiraba en los verdores de la sabana apureña, en los espejos de agua de la época lluviosa, los cuales reflejaban extraordinariamente la vegetación y el cielo llanero. Recuerdo que llegué a reunir unas doce pinturas, y un amigo me recomendó que las llevara al Museo de la Cultura de San Fernando”.
Al mostrarlas, el director en ese momento, el escultor Wascar Jasper, le preguntó dónde había estudiado arte, y cuando le dijo que no lo había hecho de manera formal, se sorprendió por la calidad de los resultados.
“Me invitó a participar en una exposición colectiva, donde vendí casi todas las obras. Ahí comenzó mi carrera artística, cada vez le ponía más pasión a este trabajo y al día de hoy la pintura se ha convertido en mi única fuente de ingreso, con los altibajos que este difícil mundo acarrea”.
Trayectoria
En sus inicios, el tema principal de sus obras fue el paisaje, costumbres y tradiciones de los habitantes de El Llano.
“Aun pinto esa temática, pero la combino con paisajes de otras regiones del país, bodegones y retratos. También he pintado algunos cuadros de contenido social, donde evidencio situaciones por las que atraviesa nuestro país”.
Su curiosidad lo llevó a incursionar en técnicas variadas, pero al conocer el óleo, se enamoró de su plasticidad y nobleza, por lo que es la técnica que más utiliza, alternándola con el grafito para los retratos.
“Mi estilo es el realismo muy detallado; aunque algunos me catalogan como hiperrealista, con lo que no estoy de acuerdo, pues en mis pinturas se evidencian las pinceladas y esto no ocurre con los trabajos hiperrealistas”.
Su trayectoria artística está colmada de reconocimientos y éxito. En tres ocasiones participó en el concurso anual que promueve la Academia Mundial del Arte, obteniendo dos premios en 2018 y 2021. Alterna su trabajo pictórico con el literario, escribe poesía y cuentos. Imparte clases Ad Honorem de matemática, física y química a estudiantes de bachillerato como una manera de aportar sus conocimientos al beneficio de la educación. Desde muy joven se interesó por recolectar piezas indígenas precolombinas en tierras apureñas, las cuales cedió en calidad de préstamo al Museo de la Cultura de San Fernando de Apure.
“El color es la varita mágica con la que un simple dibujo se transforma en una explosión de elementos cromáticos que encajan armoniosamente entre sí. Es el elemento primordial del artista para llevar a cabo una obra, además de las características inherentes como el tono, la saturación y el brillo. Existen otras cualidades que se descubren con el tiempo. En mi caso, que soy autodidacta, me ha costado más entender algunas consideraciones del color, que se aprenden en las academias, y que tal vez las hacía por instinto”.
Sus obras han sido adquiridas en numerosos países, entre los que figuran México, Argentina, Colombia, Estados Unidos, Costa Rica, Perú y España.
“Ahora entiendo por qué ninguna labor colmaba mi espíritu de satisfacción como lo percibo ahora con la pintura. Es muchas ocasiones traté de dejarla, pues hubo momentos muy difíciles; el arte en cualquier parte del mundo no es fácil, pero era tanta mi pasión y mis ganas de crear, que me obligaban a perseverar, ignorando por completo los consejos de familiares y amigos para que me dedicara a otra actividad más lucrativa”.
Con orgullo, menciona que dos de sus cuatro hijos poseen gusto por el arte; heredaron sus aptitudes y destrezas. Dos de ellos, también son egresados de la UNET.
“Era muy difícil dejar algo que estaba en mis genes, en mi cotidianidad y en mis sueños. No me arrepiento de nada y nunca he llegado a pensar que tal vez, si me hubiera dedicado a otras labores, estuviera mejor económicamente. Para mí el éxito no se mide solo en dinero. Hay otras cosas, los hijos, la tranquilidad, la paz y los logros inmateriales”.
Este artista tiene grabados la luz y el color del paisaje llanero en sus pupilas, el cual retrata a la perfección. Por encima de todo, escuchó a su corazón. Aníbal Martino, nunca más la vida en blanco en negro. /Norma Pérez M./ Fotos cortesía Aníbal Martino/ Edición fotográfica Juan José Contreras.